lunes, 16 de febrero de 2015

Cuaderno No. 2. Relación Médico – Paciente, clave de la autonomía



Cuaderno No. 2. Relación Médico – Paciente, clave de la autonomía

«No hay misión más grande en esta vida que cuidar a los pobres y a los enfermos», William Osler.



Las realidades que hoy enfrenta el médico especialista por la condiciones del sistema de salud, lo han ido alejando infortunadamente de la posibilidad de convertirse en la primera posibilidad de aire psicológico para sus pacientes, quienes esperan encontrar una mirada y una sonrisa  generosa y abierta. Allí se inicia el humanismo que pregonamos.

Gracias a su formación humanística, el especialista debe establecer una relación entre médico y paciente basada en la comunicación y el respeto, teniendo la virtud de saber escuchar, aceptar a las personas tal como son y confiar en los demás.

Las competencias del médico especialista son su habilidad para conseguir la información clínica precisa en el interrogatorio y en la exploración física del paciente para orientar el diagnóstico; la aptitud para determinar la secuencia más apropiada de exploraciones complementarias y la capacidad para orientar o establecer el tratamiento más adecuado.

Para que esas competencias puedan ser realidad, el médico especialista deberá tener unas características esenciales identificadas en su conocimiento científico, en la humildad que se sustenta en ese conocimiento; en la aptitud que se genera por la idoneidad de su rigurosa disciplina en el aprendizaje y por la paciencia para soportar contratiempos y dificultades para conseguir cumplir su misión con la comunidad a la que sirve.

Para el médico especialista, el concepto de que cada caso contribuye a un mejor conocimiento es el sustento de su práctica.  Porque la experiencia, en el verdadero sentido del término, no viene con los años o con mayores oportunidades, su verdadero crecimiento viene cuando cada observación se hace con exactitud, cuidado y honestidad mental, sin ahorrarse ningún esfuerzo para llegar al fondo del problema.

A esta altura es importante reflexionar sobre una autonomía que no solo se refiere al profesional de la medicina, sino que se extiende a la autonomía del paciente, quien tiene derecho a recibir una información veraz, oportuna, completa y adecuada de parte del médico tratante.


Para que esa doble visión de la autonomía sea posible, los estándares de nuestra práctica preferiblemente deben estar sustentados en la evidencia científica rigurosamente, de manera que los resultados de la investigación científica se pongan a disposición del cuidado de los pacientes individuales.

Seguir estándares de práctica profesional basados en la mejor evidencia disponible y que se adopten libremente, sin coerción externa y valorados con el criterio de la experiencia, son la mejor certidumbre del compromiso del médico especialista con su ejercicio científico. El objetivo concreto es reducir la variabilidad para ofrecer una mejor calidad de atención para los pacientes.

Este planteamiento debe tener el complemento de las maneras de relación médico – paciente, fundamentadas en el trato humano, de consideración y solidaridad, de compromiso afectivo y de altruismo.

Estos caminos que proponemos son la estrategia para recuperar la confianza en nuestra profesión. No es un atentado contra la autonomía, pues al contrario aporta al rescate de nuestro liderazgo profesional y de nuestro sentido de altruismo, sin interferencias externas, porque nace desde adentro. No tenemos capacidad de cambiar el entorno que en muchas ocasiones es hostil y difícil, pero tenemos capacidad de incidir sobre nosotros mismos para recuperar la dignidad y el valor de nuestra profesión.