lunes, 18 de mayo de 2015


Cuadernos de autonomía y humanismo para médicos especialistas 

Cuaderno No. 4. La responsabilidad social del especialista


Los médicos respondemos por nuestras conductas en el marco de la ética, la integridad y la responsabilidad.

La ética está vinculada muy especialmente con las nociones de valor moral y de virtud. En el caso del médico especialista, el concepto de ética ha estado desde siempre unido al del correcto ejercicio profesional.

La integridad tiene dos sentidos en la ética médica. Uno se refiere a la integridad de la persona, del médico y del paciente; el otro es un derecho moral que corresponde a cada ser humano. En el segundo caso es una virtud, un hábito moral adquirido por la práctica constante de nuestra relación con los demás.

La responsabilidad del médico especialista ha oscilado de lo individual a lo colectivo; del énfasis en la curación al énfasis en la prevención; del ciudadano y de la comunidad -como sujetos pasivos- a su participación activa y crítica; del trabajo individual al trabajo en equipo; y de la obligación del médico de convertirse en un ejemplo a seguir en su estilo de vida.


Estos postulados éticos son los que hacen que trascendamos la cura de la enfermedad o el mejoramiento de la salud para que en el ejercicio de nuestra profesión le abramos camino a la propuesta de un comportamiento dentro de la responsabilidad social, porque nos debemos a la sociedad, de la cual somos líderes naturales.

Los médicos especialistas también nos debemos a nuestros colegas, y bajo el principio de confianza, inferimos que todos los demás facultativos que intervienen en el equipo de trabajo médico, desarrollarán su trabajo con diligencia y pericia, respetando los ámbitos de competencia.

Además nos debemos a quienes nos contratan y esperan de nosotros lo mejor de nuestra dedicación y decisiones.

Somos responsables también frente a los recursos que administramos, ordenamos y ejecutamos. La salud ha sido convertida en una costosa mercancía por un mercado perverso que propende por la codicia lucrativa, la cual de manera insensata empuja a los médicos a depender de las tecnologías de punta, abandonando su esencia humanista, en desmedro de su identidad profesional.

La relación con el dolor y la muerte debe generar una impronta en el alma del ser humano y en el caso del médico especialista ponerla al servicio de la sociedad, evitando la pérdida de los valores que nos han venido arrastrando de manera inexorable a la competencia, el consumismo y el individualismo, cuando los valores que nos identifican de manera natural son la solidaridad y el altruismo.

Por eso no podemos permitirnos un estilo de vida materialista con vacíos espirituales en la cultura de la banalidad y el hedonismo. Nuestra obligación en el escenario de la responsabilidad social es la de reconquistar el papel del médico especialista como líder de la sociedad con autonomía, porque todo ser humano es único e inviolable; con beneficencia, porque todo ser humano merece el bien; sin maleficencia, porque es una obligación no hacer daño y con justicia, porque todos los seres humanos tenemos los mismos derechos.

La solidaridad del médico especialista como un valor implica que nuestros profesionales deben entregarse generosamente a su dedicación para obtener el respeto, reconocimiento y gratitud de la comunidad a la cual se deben.

Permítanme que en este cuaderno de reflexión vuelva al origen y repita para ustedes una frase hipocrática que siempre será vigente porque es paradigma ético: 
"Sólo un hombre humano puede ser un buen médico. La medicina si es ejercida con amor, como cosa sagrada, solo debe de enseñarse a personas sagradas, esto es, dignas de respeto y veneración".


Y me despido de su generosa paciencia con la frase categórica de Letamendi 

"Quien sólo de medicina sabe, ni medicina sabe".